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No hago daño a nadie. No me meto en los problemas de los demás. Respeto los derechos de los otros. Vivo mi vida. Ya tengo bastante con preocuparme de mí y de mis cosas…            

Volcados hacia el exterior y consumidos por el trajín de cada día, se va atrofiando poco a poco nuestra “capacidad de Dios».                    

Una de las enfermedades más graves de nuestro tiempo es, sin duda, la pérdida de sentido.

El Evangelio es, antes que nada  «una fuerza para vivir»  y sólo será escuchado por personas que andan buscando razones para vivir, para amar la vida y para disfrutarla de manera sensata y responsable.

¿Cómo me va a amar Dios a mí, que cumplo escrupulosamente su santa voluntad, igual que a ese desgraciado que no cumple nada de lo que Él manda?

La parábola del juez y la viuda  no tiene explicación ni aplicación posible,  desde nuestra  religiosidad actual.

A Dios no parecen conmoverle nuestros sufrimientos. 

Por qué nuestra comunicación con Dios no nos hace escuchar por fin el clamor de los que sufren injustamente y nos gritan de mil formas:   «Hacednos justicia»

Para agradecer, lo primero es saber captar lo positivo de la vida.

La lepra es una enfermedad contagiosa que era un peligro para la sociedad entera

Para nosotros «rico» y «pobre»  son conceptos que hacen referencia a una situación social…

No sólo se trata del dinero  sino de todo aquellos que potencia mi egoísmo en perjuicio del otro.

Dios no nos ama porque somos buenos, al contrario, somos «buenos» porque hemos descubierto lo que hay de Dios (Amor) en nosotros.

El seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir en algo negativo. SEGUNDA PARTE

PRIMERA PARTE Jesús advierte a esa multitud que le seguía alegremente, de las dificultades que entraña un auténtico seguimiento.

Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses…

Jesús quiere trastocar comportamientos que tenemos por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos tiene que llevar a cambiar la escala de valores del mundo.

Poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la seguridad del momento.

El gran pecado de los discípulos de Jesús será siempre dejar que el fuego se apague.

La preocupación por un más allá, nos impide vivir en plenitud el más acá.

Estamos programados de tal manera que nos han convencido de que si no poseo aquello o no me libro de esto otro, no puedo ser feliz. Este es el callejón sin salida en que estamos.

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios.